Casualidad, suena en la radio “I don’t like Monday” y los recuerdos llegan en cascada, no de aquellos
días pop con fiestas de sábado y princesas de azúcar de finales de los 70’s, sino
la tragedia de Etiopía y Sudán que llegó después que no lloviera por cuatro
años en África para desatar sequía y hambruna peor que la catástrofe de Biáfra.
La canción de los Boomtown Rats provoca el “click”
porque fue Bob Geldof (cantante de este grupo) quien reaccionó alarmado al ver imágenes
de las víctimas de la sequía (1984) y logró organizar una orquesta (Band Aid) para
grabar un disco y recaudar fondos para enviar comida a las víctimas, y después organizar
dos gigantes conciertos simultáneos (Filadelfia y Londres).
Ahora, cuando nos bombardean noticias del tipo “Río+20”,
conferencias ecológicas (turismo diplomático) o campañas para salvar al mundo se me revuelve el estómago,
y sobre todo cuando aparecen redentores anunciando que desean cambiar al mundo
me dan ganas de correr al water-closet.
Tanta hipocrecía, un día después de cualquier noticia
catastrófica todo se olvida, y no se necesita sacar conclusiones cuando la
evidencia es clara: Hace algunas semanas murió George -la centenaria tortuga de
los Galápagos-, que prefirió morir porque ya no quedaban tortugas de su
especie.
No es necesario tampoco ser Nostradamus para
vaticinar el futuro. No se trata tampoco de salvar al mundo, sino de salvarnos
nosotros, cambiando actitudes y hábitos. Manuales de uso, modo de empleo o posologías,
sobran.