EN LA BATALLA DE LAS FLORES

«Sé de quien ha dejado un soneto sin el terceto último, por ir a averiguar en la Bolsa un asunto de tanto por ciento»
-Rubén Darío

miércoles

Gautier: el arte por arte




Théophile Gautier
1811 -1872


Amigo de Nerval, Hugo y admirado por tantos escritores... al punto que Baudelaire lo consideró: "Perfecto hombre de letras", y le dedicara esa obra cumbre: "Las flores del mal". Así de esa talla Théophile Gautier se consagró no sólo no sólo por su prolífica obra, sino en esencia por la búsqueda de la belleza. Belleza sin cuestiones implícita en sus poemas, cuentos y novelas.

Figura destacada del Parnaso, iniciador de la literatura fantástica y otros varios créditos en teatro y pintura se destacan en tantas biografías de Gautier.

Como un "perfecto" orfebre, Théophile Gautier va a cuidar de tejer sus obras sin insinuar siquiera una tan sóla opinión personal. Su afán es la obra de arte dedicada a irradiar belleza, de ahí su teoría de "el arte por el arte". Aunque en el tinglado de su narrativa perfectamente quedan plasmados escenarios, y las paradojas de la condición humana. En cada una de sus obras están gráficados todos los escenarios de aquella realidad particular, sin lugar a dudas más como una dimensión cinematográfica que el simple registro de un cronista.

Basta leer una de sus nouvelles (como "Dos personajes en busca de un rol"), o bien cualquiera de su poemas para descubrir los signos de esa "condicón humana" ya enunciada. Por supuesto que desde la primera palabra leída "el encanto" transporta a esos escenarios ya intemporales.

El universo de las letras celebra estos días el "Bicentenario de Théophile Gautier". Sus obras están puestas en lo más visible de los escaparates, disponibles en librerías on-line, y en los portales de dominio público. Los buenos lectores: ya conocen los senderos.

actividades del Bicentenario en: www.theophilegautier.fr


SONETO JAPONÉS

-Théophile Gautier
Por subrayar, glorioso, de tu frente la albura
el Japón dio a tus ojos su más límpido añil;
la porcelana blanca no tiene la blancura
de tu cuello tan suave como terso marfil.

En tu rostro sedátil suave lampo fulgura;
es tu voz como el eco de las auras de abril,
y cuando te levantas, sonriendo, en mi negrura
eres luna de nácar que me alumbra sutil.

Hay núbiles anhelos en tu mirar de raso;
tu boca tiene púrpura de nubes en ocaso
y es tu nariz risueña la de gentil musmé.

Pareces una frágil sombrilla japonesa
y cerca de ti aspiro, mi lánguida princesa,
algo tan dulce y raro como el olor del té.

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