Sor Juana Inés de La Cruz
Porque la tiene en su pensamiento, desprecia como inútil la vista de los ojos
Aunque cegué de mirarte,
¿qué importa cegar o ver
si goces que son del alma
también un ciego los vé?
Cuando el amor intentó
hacer tuyos mis despojos,
Lisy, y la luz me privó,
me dio en el alma los ojos
que en el cuerpo me quitó.
Dióme para adorarte
con más atención asista
ojos con que contemplarte
y así cobré mejor vista,
aunque cegué mirate.
Y antes, los ojos en mí,
Fueran estorbos penosos,
que no teniéndote aquí
claro está que no eran ociosos
no pudiendo verte a ti.
Conque el cegar, a mi ver,
fue providencia más alta
por no poderte tener,
porque a quien la luz le falta
¿qué importa cegar o ver?
Pero es gloria sin par
la que de adorarte siento,
que llegándome a matar
viene a acabar el contento
lo que no pudo el pesar.
Mas, ¿qué importa que la palma
no lleven de mí violentos
en esta amorosa calma,
o del cuerpo los tormentos,
si goces que son del alma?
Así tendré, en el violento
vigor de no verte aquí,
por alivio de tormento,
siempre el pensamiento en ti
siempre a ti en el pensamiento.
Acá en el alma veré
el centro de mis cuidados
con los ojos de mi fe,
que gustos imaginados
un ciego los vé también.
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