EN LA BATALLA DE LAS FLORES

«Sé de quien ha dejado un soneto sin el terceto último, por ir a averiguar en la Bolsa un asunto de tanto por ciento»
-Rubén Darío

sábado

Jack Kerouac, el salto adelante




La voz de la experiencia o la voz de la búsqueda, quizá las dos voces juntas es lo que encontramos en el relato existencial de Jack Kerouac.

La biografía la conocemos, también la leyenda, y algunos otros clichés. Sería inútil insistir en el ícono del poeta maldito a la deriva sólo por el inconformismo o la contestación como eco del boomerang del progresismo. El testimonio que tenemos es la voluntad por asir la esencia del espíritu humano, o dicho de manera simple: asir el sentido de la vida.

Pero más que búsqueda, entonces, el propósito de la aventura o de la empresa es la convicción de vivir de modo genuino y consecuente con el cosmos, el haber encontrado su lugar en el universo y en su tiempo, aun cuando ese lugar sea la paradoja itinerante y no requiera currículum vitae, así en Kerouac se realiza la dignidad en el oficio del vagabundismo:
«
...largos recorridos a pie por los boulevares con un frasco de cognac. –Todas las noches una habitación diferente; cada día me toma cuatro horas para encontrar un alojamiento; a pie, con toda la carga. –En los bajos barrios de París, verduleras mal pienadas dicen: «Completo» con un tono glacial, cuando yo les pido una habitación sin calefacción, llena de cucarachas, en la penumbra gris de París... »
(Gran viaje a Europa, El Vagabundo Solitario)
La dedicación prolífica y cristalina de Kerouac en su obra es el resultado de una novela intemporal que se acopla al tinglado social, pero que liberado de calendarios y agendas se aventura On The Road del territorio de la filosofía. No se trata solamente de la fuga hacia adelante como un nirvana, o del escape hacia el misticismo o de la diferenciación por el vedettismo, sino una novela que devuelve frutos: la alteridad.

Esa peripecia aventurera nos devuelve la cotidianidad y lo espectacular del instante de personajes de la calle, del camino, de impensables ciudades con sus industrias y sus dramas. No el minimalismo puesto como mosaico humano. Sino el instante donde Kerouac existe –sí y solamente sí-, gracias al entramado de los otros, la alteridad evidente.

También, y antes que nada, LA POESÍA de Kerouac –como un leit motiv de su vida misma-, se entremete en callejones kafkeanos, allí donde una lámpara tristona deja ver instantes como un fotograma de la hora gris, allí atrás del muro o en las esquinas surrealistas donde el individuo se encuentra con sus fantasmas...
En la calle yo he visto tres tipos
de pie hablan tranquilamente al sol
y pronto uno de los tipos salta de dolor
y agita la mano en el aire
porque se ha quemado los dedos
con una cerilla
al encender una colilla
-Book of blues
Y sus coros que son coplas de profundo jazz van a subir andamios, danzar en el humo con los fantasmas o cruzar fronteras para volver al camino de los vagabundos celestes, quizá por la Ruta 66...
Finalmente yo estoy en Stockholm
Fría noche
Sombra en Swedenborg
-Book of the blues
Aunque aquí, en la poesía de Kerouac, la imagen como figura verbal o parábola no pretende una reacción o el efectismo de los pastiches pop de Warhol. La poesía de Kerouac es una orfebrería estética...
“Más allá de este mar esteril”
-Así habla Marchesa
llorando el Renacimiento
y siempre la brisa
es deliciosa y dulce
y fresca como senos
y salvaje como ojos oscuros
-Book of blues
Y es esa vocación o ese élan de la beatitud a la belleza, a la gracia, a la virtud, lo que encontramos con sutil preciosismo también en sus haikus, que son como tréboles o joyas preciosas hechas de la cotidianidad.

Encontramos en esa poesía que la búsqueda es consustancial al afán de maestría, y tal empeño Jack Kerouac lo logra al crear una versión americana del haiku japonés. En los versos que nos deja Kerouac hay una sublimación del perfume y el ideal japonés hacia una poesía muy bien destilada en la tradición del blues, sentimiento.

No es extraño que al final del camino Jack Kerouac negara a su gavilla beat, y que también los hippies no le simpatizaran para nada. Si se trataba de pasar las convenciones, la contestación no significaba dar alas a la trivialidad y la frivolidad, sino ser genuinos y dignos en el salto adelante.
Texto ©win.Leer artículo "Regreso al camino original", en este link

miércoles

del Cómic a la novela gráfica

¿Qué fue lo último que leímos de Moebius?
Cierto, el universo del cómic también se expande, sin que nos extrañemos además que es un género culto o al menos cuando se trata ya de autores de culto por todas las esquinas del planeta, desde aquello clásicos de Marvel a los mangas después de Astroboy.
En este momento que se borran fronteras, la fábrica belga de cómics –entre los más célebres- no tendrá que deslocalizarse a China o algún país del Este, donde por cierto hay tradición de caricatura.
Imposible meter el universo en una fotografía, aunque sea tipo digital, tampoco vamos a desempacar aquí la enciclopedia del cómic antologando desde Hugo Pratt a Crumb o Spiegelman, Wolinski o Marjane Satrapi.
Viene a cuenta el recién pasado festival internacional de “bande desinnée” de Angouleme, para todos los gustos, que actualiza propuestas, por si aún queda espacio en nuestras bibliotecas, sino a buscar otra nueva.
Los festivales también han saltado fronteras y sus embajadores los vemos por todas partes, si no, nos queda la librería, de buenos distribuidores.
¿Recomendaciones? Yo diría: Schuiten & Peeters, Corto Maltes por supuesto, Largo Winch... tantos...
y es que con las recomendaciones es difícil coincidir.
Y claro: El Capitán América no pasará de moda.