EN LA BATALLA DE LAS FLORES

«Sé de quien ha dejado un soneto sin el terceto último, por ir a averiguar en la Bolsa un asunto de tanto por ciento»
-Rubén Darío

domingo

Este decenio literario estadounidense

"Deshumanización: frutos de la contracultura.

“Zombie” o “American Psycho”.... Sugerentes títulos nos transportan a un tinglado hecho canon para una literatura estadounidense que ávida de historias se lanza a la arqueología social en esa franja oscura y decadente de la contemporaneidad. Allí, donde el disco se raya con una banal y repetitiva trilogía de sexo, drogas y violencia.

Si la literatura estadounidense de posguerra daba cuenta de los tramados de la guerra fría, la psicodelia y la rebeldía pop, en la sopa contemporánea es manifiesta la contracultura con sus aderezos de hedonismo, esquizofrenia y violencia gratuita. Un lugar en la historia y en la literatura que “No es para viejos”.

Tramas que pueden encontrarse en los libros de Bret Easton, J.C. Oates y otros tantos “nuevos” puestos en voga para ser “los más leídos” y en los que la estética pasa por “la hora cero” cuando fueron voladas las torres gemelas.

De otra atmósfera nos llega esa literatura de evidencia en los libros de Tom Wolfe, DonDeLillo, Paul Auster o Philip Roth, en el que está más vivito el decenio inaugural del siglo XXI, con la herencia de los grandes cronistas, puestas en escena de los signos contemporáneos de la política frivolizada, la economía secuestrada, nulos presidentes y la juventud más desbrujulada... jamás visto.

En estas avenidas de la gran literatura está presente Toni Morrison con el siempre estandarte legendario y liberador del pasado, y la búsqueda de la espiritualidad despojada de maniquiesmos. De otra parte, muy aparte, Thomas Pynchon y la realidad puesta en una trama como mosaico que toma prestado un poco de cada parte.

... ¿Para qué nos sirve el espanto? Al final de la película el espectador se habrá beneficiado del exorcismo, y al terminar una novela vuelve la evidencia a recordar que aún queda el camino del bien. La fábula fantástica de Stephen king ha seguido muy bien la vía de Poe, una ruta y un destino donde yace el alter ego o la cara oculta del hombre. El terror o el horror. También en esa esfera es manifiesta la obra de James Ellroy que desciende a los infiernos de la periferia humana a través de sus novelas negras, léase “La Dalia Negra”.

En suma, todo el inquietante y escalofriante paisaje posmoderno de este primer decenio muestra otra vez la evidencia de una sociedad infantilizada y frívola, que es fruto de la contracultura heredada de una generación que se quería reinventar rompiendo las normas del buen vivir y sobre todo rompiendo la espiritualidad, y que en consecuencia sólo han llevado a la decadencia y la deshumanización.

La prueba contundente de esta deshumanización la muestra la misma literatura, donde se mire: en los suplementos de los grandes diarios (incluidas versiones digitales), las revistas literarias reseñan –como lo hemos hecho en este comentario-, sólo el género narrrativo. Allí donde el canon posmoderno cabe a renglón corrido. Ni un solo libro de poesía.

Ignoramos si los autores estadounidenses actuales escriben dramaturgia.

Podríamos especular –entonces-, que la oferta no atiende la demanda y -que al encontrar estos libros y no otros-, los lectores están condicionados al capricho de los especialistas, los editores, y los artifices de modelos sociales (como los curadores en las galerías de arte con sus bodrios conceptuales), muy lejos al deseo autónomo de leer algo que no sea eso: contracultura.

El hecho es que en los estantes de autores estadounidenses traducidos al francés, al italiano, o el español, brillan por su ausencia libros de poetas contemporáneos.

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